viernes, 6 de julio de 2007

Que mas se puede desear por dos pesos III (Crónicas desde el metro de la ciudad de Mexico)

Que mas se puede desear por dos pesos III
(Cronicas desde el metro de la ciudad de México)



Que mas se puede desear por dos pesos III

Ver a tantísima gente de todas las dimensiones posibles, tonos de piel desde el rubio ranchero al tan negro que azulea, desde un hombre que por su voluminosidad ocupa literalmente dos asientos, hasta la (el) flac@ como varita de nardo, tan altos que tengo que voltear para arriba y verles la cara, como tan bajos como si fueran pequeños de 7 años.
Mujeres que parecen ranas cuando se suben y damas cuando se bajan, ya que en el trayecto se transformas de Fiona Ogra a Fiona Princesa, pues se terminan de peinar, y de maquillar con habilidades de cirujano, a pesar del movimiento del tren.

Hombres y mujeres (principalmente adultos jóvenes y maduros) que leen diarios, o libros, otros que escuchan música en sus dispositivos electrónicos (ya casi nadie trae su radio de pilas rayovac, o sus discmans, sino mas bien sus memorias uesebes y sus aipods.

Con frecuencia los viajeros van con una gran variedad de expresiones en sus rostros, algunos mirando a lontananza (o mejor dicho, con la mirada perdida), otros con escrupulosa atención a alguna parte de su anatomía como las manos, los dedos y sus uñas, otros mas "durmiendo" (he sido testigo de cómo se levantan de súbito cuando se dan cuenta de que se están pasando de estación, algunos pocos escribiendo, y los mas raros sonriendo.

De hecho, a mi mismo me ha pasado que por tomarme una sistemita matutina, me he despertado justo en la estación en que me debía haber bajado y no lo he hecho para no salir como desesperado y que la gente a mi alrededor se de cuenta de que por dormirme me pase de estación, mejor, muy digno yo, me voy a la siguiente estación y con deliciosa parsimonia me bajo del vagón , para luego como loco desaforado correr por los pasillos para alcanzar al tren que va de regreso a la estación que me deja cerca de mi trabajo, en más de una ocasión he llegado al laboratorio con sudoración excesiva, taquicardia galopante y jadeos respiratorios, casi como si me infartara, con tal de no perderme ni un detalle de la sección de seminarios de ese día.

Pero que quieren que haga si aunque no nací aquí, soy como si fuera de aquí, un chilango.


Continuará…

4 comentarios:

Remo dijo...

Ni hablar, supongo que para un psicólogo o un sociólogo un viaje en metro es de lo más educativo.

Pregunta: ¿Te ha tocado atender como médico algún caso de emergencia en el metro?... simple curiosidad.

Saludos curiosos.

El Zórpilo.

webita dijo...

ante todo la dignidad poly... jajaja! eso de la disimulada pa que no se den cuenta es buen tip... yo soy más despistada que los pilotos de aerolíneas azteca, se muy bien de lo que me hablas!

Itz Ramírez dijo...

yo é perfectamente de lo que hablas

Anónimo dijo...

Y eso es de todos los dias...
Me encanta tu descripcion.. mas eso del rubio ranchero... jejejeje..
Donde yo vivo, es una zona en donde el 80% de las personas pertenecen a los Winter Texas, asi que por estas temporadas estamos abandonados, pues ellos se van para el Norte.
Me imagino que si me subo a un metro o algo parecido, me entraria una especie de ezquisofrenia o algo parecido, es la falta de costumbre...
Claro, aqui tambien tenemos algo que podria ser nuestro metro... pero en millas...
y vehicular, claro..... y es la cruzada de puente internacional que cada dia se hace mas imposible cruzar...

Besos